viernes, 19 de junio de 2009

Casi un mes y medio ha pasado sin que escribiera (en español), porque lo cierto es que he estado escribiendo bastante en inglés... A mi profesor se le ocurrió la idea de crear un blog en el que todos los alumnos deberían publicar, cada semana, un entrada, y además deberíamos hacer comentarios en los textos de nuestros compañeros. Todo ello con el propósito de mejorar a la hora de escribir en inglés. Si alguno le interesa, el link es http://www.advanceddwwinter09.blogspot.com/.

Ahora, vayamos con lo que de verdad importa. Primero, ni me he echado novia (ya quisiera yo), ni he estado bajo los efectos de la gripe porcina, y tampoco he estado de fiesta todo el santo día. Simplemente he estado perezoso. Después de pasarme casi todo el día en la universidad estudiando, lo último que me apetecía al llegar a casa era ponerme a escribir en el blog.
En cualquier caso, os tendré que "updatear".
No es que hayan pasado muchísimas cosas interesantes desde la última vez (lo cierto es que sí, pero no las voy a escribir todas, jajaja!!), pero hay un hecho que ha cambiado radicalmente mi vida en casa: la semana pasada instalaron "central heating"!! Hasta entonces todas las mañanas habían sido insoportables. Imaginaros en la cocina, desayunando y viendo vuestro vaho cada vez que espiráis. Absolutely freezing!! Si no fuera porque tenía una manta eléctrica, habría muerto congelado hace algo más de un mes. El problema es que aquí las paredes están hechas de cartón (casi literalmente), y en consecuencia el aislamiento es terrible.
Pero ahora siempre se está "cómodo y caliente", como dice Scott, que cada dos por tres me pregunta: " David, is your room nice and warm?"
En fin, para ser sincero, tengo que reconocer que me cuesta muchísimo escribir en español. Todas las expresiones me vienen a la mente primero en inglés, y a continuación tengo que hacer una traducción al español. Además hoy me siento poco inspirado.
Tan sólo quería dar señales de vida, y creo que con esto he cumplido por el momento.
Espero escribir pronto de nuevo, "God knows..."

viernes, 8 de mayo de 2009

Un absoluto "sin vergüenza"

Ayer viernes perdí todo el miedo a hacer el ridículo que quedaba en mi interior. Para Ana esto sonará casi surrealista...

Ayer a las cuatro de la tarde comenzaba la actividad semanal organizada por la universidad. Esta actividad era una especie de carrera de orientación, "The Amazing Race" (así la llamaron porque en Nueva Zelanda había un programa de televisión muy famoso con el mismo nombre, y, además, la actividad estaba inspirada en ese programa).
Las tres primeras pruebas no tenían nada de especial, quizás la más llamativa era la de ir al jardín botánico, que está a unos 10 minutos de la universidad, y tomar fotos de tres especies de pájaros, tres tipos de árbol, y tres flores.
Pero la cuarta prueba... Para empezar, tenía cuatro partes distintas que se podían llevar a cabo en el orden que el grupo quisiera. Una era fotografíar a un miembro del grupo, o todo el grupo, frente a cuatro graffitis distintos; otra era encontrar la estatua de Robie Burns y sacar una foto con todo el grupo. Vale, hasta aquí no hay nada que nos llame la atención.
La tercera parte era comprar un "out fit" ,con cinco dólares que nos habían dado previamente, en una tienda de ropa barata e incríblemente hortera. Además, un mienbro del grupo debía vestir esas prendas hasta el final de la carrera. Puesto que nadie en mi grupo estaba dispuesto a manchar su reputación de una forma tan absurda, fui yo el que optó por un look único. Unos clazoncillos azul brillante con ositos, y una camiseta de mujer amarilla y de tirantes. Y después de esto, a seguir corriendo por las calles. Y si alguno todavía piensa que no era para tanto, es porque no he contado la última parte. Ésta consistía en ganarse dos dólares haciendo "busking" (algo así como "street performance", es decir hacer algo espectacular en la calle de forma que "alguien" me diera dos dólares), y todo ello grabado por la cámara del equipo, de forma que el video sirviera de prueba.
De nuevo fui yo el que se apuntó al desafío. Imaginaros a un tipo en la calle Princesa con una camiseta de tirantes competamente ceñida al cuerpo y unos calzoncillos sobre sus pantalones mientras baila dando palmas y saltitos, y al mismo tiempo cantando una canción que dice: "Please give me two dolars, please give me two dolars..." Si habéis sido capaces de imaginar tal situación, tan sólo os queda ponerle mi cara a vuestro personaje, porque, sí señores, ese era yo.
Afortunademente al poco tiempo un alma caritativa cuya expresión no soy capaz de describir, se acercó y, tras mirarme y preguntarme si hablaba español (no sé cómo narices supo que era de España, pero yo le di conversación porque veía en él la oportunidad de ganarme mis dos dólares), le dije cuatro palabras en nuestra queridísima lengua materna, y me dio dos dólares (puesto que el video no fue grabado con mi cámara, ya que me la olvidé en casa, estoy esperando a que un compañero me lo pase, y entonces lo colgaré).
Finalmente, vuelta al "common room", donde tan sólo nos quedaba pintarnos nuestras caras con pinturas de colores y con un tema común para todos los miembros del grupo. Yo no me compliqué y le pinte a todo el mundo un interrogante enorme que iba desde la frente a la boca, y una cruz en cada mejilla.
Una vez que llegó el último grupo, nos hicimos muchas fotos, nos reímos un buen rato, y se repartieron los premios (mi equipo no ganó ninguno porque fuimos los cuartos... de cinco).
A continuación (eran las siete de la tarde) teníamos que ir a una cena en casa de mi profesor, ya que celebrábamos el final del primer "term". El camino fue de todo menos seco, y después de 25 minutos andando bajo la lluvia y gracias al sentido de orientación que he heredado de mi madre (aunque, como ocurre con sus hijos, yo experimenté que nadie confiaba en mí, y que todos pensaban nos íbamos a perder...) llegamos al número 15 de Maheno Street. Allí estuvimos hasta las diez más o menos. Pero la noche aún no había acabado para algunos de nosotros. Cuatro o cinco nos fuimos al a apartemento de Leander, donde había un fiesta, y yo seguía con la cara pintada, aunque eso ya me daba igual. No estuvimos mucho rato, y a eso de las doce abandonamos el lugar, y cada uno se fue a su casa. Yo me tuve que coger un taxi porque a esas horas no había autobuses.
Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue coger la cámara y sacarme un par de fotos de mi cara de payaso. Aquí os dejo una de ellas.

viernes, 1 de mayo de 2009

Es viernes de nuevo. A diferencia del viernes pasado (en el que me levante a las 7:43 porque había olvidado activar la alarma, y casi pierdo el autobús), me levanto tranquilamente a las 6:30, y me voy a la ducha. A continuación, voy a la cocina para desayunar, y me acuerdo de que ayer se me acabó el pan para el "lunch" de mediodía, así que decido que, antes de nada, tengo que preparar mi almuerzo "robándole" pan a mi "host-family" (a mi "padre", Scott, no le importa que use las cosas de casa, pero lo cierto es que Paula se pilla unos rebotes...). Después de esto, la mañana transcurre como de costumbre y, antes de salir de casa, compruebo el estado de las olas para ver si vale la pena ir a hacer surf al terminar las clases, pero no, de nuevo el mar está "messy". Llevamos casi dos semanas así, necesito ir a la playa a coger algunas olas...

Hoy, en clase, tenemos el primero de los exámenes finales de evaluación, Writing. Una hora y media, un tema a elegir entre los tres que nos ofrecen, 400 palabras como mínimo. Más de uno se está mordiendo las uñas, ni que fuera para tanto por favor... El primer tópico es comparar las visiones futuristas de dos películas que hemos "mediovisto" en clase: Fahrenheit 451, y THX 1138 (si alguno no las conoce, yo por ejemplo no había oído de ellas hasta el miércoles por la mañana, un dato curioso es que THX 1138 fue la primera película de George Lucas); el segundo, es discutir los valores de el mundo de la moda; y por último, tenemos "Love to money is the root of all evil. Agree or disagree". Yo elijo el tercero, y me muestro claramente a favor de la frase.
Durante el examen, el compañero que tengo a mi lado, Dereck (que es un tipo extremadamente raro) se pasa prácticamente la primera hora del examen pensando en las musarañas, murmurando para sus adentros, y dibujando unos garabatos en la hoja de las anotaciones que ni un escriptólogo podría descifrar. Tras terminar 20 minutos antes de lo previsto, me voy a devolver un libro a la biblioteca , El alquimista, de Paulo Coelho. Estoy seguro de que todos lo conocéis. Cuando, el lunes, decidí empezar a leerlo, me acordé de mi padre, que una vez me lo recomendó en casa, y además, la responsable de la biblioteca, Jo, me dijo que estaba bastante bien. Pues no me ha gustado nada. Me ha parecido increíblemente simple en cuanto a la forma de escribir (eso sí, tampoco pido que todos los autores escriban como Álvaro... Álvaro no te piques...¡jajaja!)
Y aunque tengo que reconocer que el argumento enganchaba, esperaba mucho más después de haber leído todas las críticas positivas que venían en la contraportada del libro. En fin, para gustos, colores.
En la siguiente clase, tenemos el examen de vocabulario de la semana y una práctica de Reading de cara a la semana que viene. A continuación, una hora y diez minutos de pausa para el almuerzo, y finalmente, la clase de IELTS (International English Language Testing System), que desde que me cambiaron al profesor en las clases de General English (sustituyendo a Tom por David), se ha convertido en la etapa más productiva de cada día.
A las tres terminamos. Este viernes, la actividad organizada por la universidad es badminton, y por supuesto, me he apuntado. No hay mucho que comentar salvo que conozco a algunas personas nuevas que llegaron hace dos semanas.
Cuando terminamos, en torno a las 4:45, en lugar de coger el autobús de vuelta a la universidad, tengo la posibilidad de volverme caminando a casa, porque el pabellón de badminton está a unos 25 minutos. Pero no voy a casa, sino que comienzo a caminar en el sentido contrario, hacia St Clair. Necesito ver el mar.
Una vez allí me siento distinto. Es precioso. La luz de un sol al que le queda algo menos de una hora y media para desaparecer por completo ilumina la playa de una forma única. Además, muy próximas al horizonte, están unas nubes en forma de manchas curiosamente alineadas. Parece que alguien las hubiera colocado con una regla.


La vuelta a casa la hago caminando a lo largo de la playa. Me habría descalzado, pero a pesar de que tenemos un día despejado, hace frío. Puesto que tengo que recorrer unos dos kilómetros de playa, y otros dos de la playa a casa, pienso en ponerme los auriculares y escuchar música. Pero no, quiero oír el mar. Mientras camino, me fijo en las olas. Me encantan. Hay algunos surfers en el agua, pero definitivamente, no es el mejor día para coger olas, pues éstas rompen de golpe, y no sería la primera vez que intentando coger una de ellas te "machaca" y acabas tocando el fondo con las rodillas.

No sé porqué, pero me siento muy feliz; voy caminando como un idiota con una sonrisa en la cara. Miento, sí sé por qué: estoy en Nueva Zelanda, no tengo ningún problema grave en mi vida, me lo paso genial en la universidad, siento como aprendo más y más cada día, he conocido a muchísima gente... Me considero afortunado...
Cuando llego a la playa de St Kilda (que es como si dijéramos la segunda playa de El Sardinero) me tengo que desviar para continuar hacia mi casa, pero no sin antes pasar 20 minutos contemplando el mar desde un mirador que está en la entrada de la playa. Ya lo dije una vez, me podría pasar horas y horas mirando las olas romper, son todas tan iguales y distintas a la vez...

Por suerte, el pronóstico para mañana predice buenas olas, por lo que, una vez más, podré estar en el único sitio donde realmente me siento libre y tranquilo, el mar.

lunes, 27 de abril de 2009

Cuando salgo a correr...

Por suerte, aún no he perdido el hábito de salir a correr al menos una vez a la semana. Esos días, calzo mis zapatillas, me pongo los auriculares y empiezo a correr pensando en los caminos que transitaré. La verdad es que el correr en una ciudad que uno no conoce es mucho más emocionante que atravesar las calles de lugares en los que se ha vivido durante cierto tiempo. Y es que, si hay algo que odio cuando voy a correr, es repetir la ruta a seguir.
Zancada tras zancada y con la música de fondo, me siento realmente dueño de mí mismo al darme cuenta de que soy capaz de llegar muy lejos sin recurrir a medios como el coche, el autobús, o el tren. Soy yo el que decide la dirección que hay que tomar, la longitud de mis zancadas, y el ritmo con el que avanzo. Sin embargo, a menudo no sé a donde me llevarán los caminos que elija; pero es precisamente este aspecto lo que hace que correr me encante. Además, no hay prácticamente ningún obstáculo que no pueda superarse sin una inyección adicional de esfuerzo. Sin ir más lejos, ayer, tras recorrer una curva bastante cerrada, me encontré con la cuesta de mayor pendiente que he visto jamás. A pesar de todo ello, yo estaba deseoso de llegar a la cima para ver que había "más allá". Cuando finalmente logré alcanzar el punto más alto, me encontré tres escaleras que descendían de frente, hacia la izquierda, y hacia la derecha. Tras pensar rápidamente que los caminos de los laterales podían acabarse muy pronto, decidí tomar el que, desde mi punto de vista, parecía el más largo, ya que me permitiría continuar durante mucho tiempo sin tener que darme la vuelta... y así estuve durante algo más de una hora.
El caso es que hoy escribo sobre esto porque, después de llegar a casa, me encontraba tan agotado que simplemente me dejé caer en la hierba del jardín. Y cómo no (ya sabéis que me encanta eso de darle al coco) decidí que qué mejor momento para reflexionar que estando allí tumbado, descansando. Pensé en por qué voy a correr, qué consigo con ello, qué implica sentirme libre mientras lo hago... y no sé cómo llegue a la conclusión de que el hecho de salir a correr, y la vida, se parecen mucho (fijaros lo cansado que debía de estar como para terminar con esto).
En primer lugar, hay que tener muy claro que en una vida "plena", nosotros somos los dueños de nuestras acciones y nadie nos dice los que tenemos que hacer (en el buen sentido) sino que nosotros decidimos si lo hacemos o no, es decir, en la vida, nosotros elegimos el camino.
Segundo, a menudo no sabemos que nos va a deparar la próxima curva o, lo que es lo mismo, el destino.
Y tercero, según nuestras capacidades, recorremos el camino en más o menos tiempo. Sin embargo, este es uno de los puntos más complicados porque, frecuentemente, no sabemos dónde están nuestros límites, por lo que podemos cometer dos errores: o sentir que podríamos haberlo hecho mejor, o no llegar al final y "pinchar" por el camino. Sólo el practicar una y otra vez no enseñará a dosificar nuestro esfuerzo de forma que demos lo mejor de nosotros mismos. Algo similar pasa en el día a día. A veces nos damos cuenta de que podríamos haber hecho más (por ejemplo, mi querido hermano Pablo, aunque él es afortunado y puede vivir tranquilamente con esa idea); o, por el contrario, nos exigimos demasiado y al final explotamos (por ejemplo, mi madre, que cada día se propone una lista interminable de cosas por hacer , y en ocasiones, tiende a enfadarse al final del día porque no ha podido completar todo lo que tenía escrito en su agenda y se siente culpable, en lugar de convencerse a sí misma de que realmente era demasiado incluso para ella).

En definitiva, concluyo una vez más con que la mejor compañera de viaje es la experiencia. Eso sí, depende de nosotros y de nuestro tacto el ganarse su amistad.

viernes, 24 de abril de 2009

Hace muchísimo tiempo que no escribía nada, no sé si por pereza, por olvido, o por falta de tiempo.
Y es este hecho lo que me hace preguntarme por algo que a menudo damos asumimos con una facilidad asombrosa: el tiempo.
¿Qué es? El tiempo es imparable, no espera a nadie, no se compra ni se vende, no tiene ni principio ni fin... y así podríamos estar durante horas pensando en sus cualidades sin llegar nunca a saber qué es realmente.
Sentimos la presencia del tiempo porque las cosas a nuestro alrededor cambian constantemente, y es evidente que si algo "quiere" cambiar, necesita tiempo. Luego, aparentemente, podríamos decir sin miedo a equivocarnos que cambio y tiempo están relacionados. De hecho, Aristóteles describió el tiempo como el intervalo entre el estado final y el inicial. Pero entonces, ¿es correcto pensar que si no hay cambios, tampoco hay tiempo? Evidentemente no.
Imaginemos un espacio vacío e inmenso. En su "interior" no hay absolutamente nada. Después de años de observación vemos que todo permanece igual que al principio. A pesar de todo ello, nosotros sabemos que el tiempo ha pasado. La conclusión inmediata es que probablemente el tiempo sea una propiedad inherente del espacio, luego no podemos escapar del tiempo.
Rara vez el tiempo ha sido nuestro amigo. Mientras que nos permite ver cosas maravillosas como la evolución de la naturaleza en las distintas estaciones del año, o cómo nuestros hijos van creciendo; por otra parte, es responsable del estrés de nuestras vidas, del envejecimiento de nuestros cuerpos, y, en última instancia, de la muerte.
Si nos paramos a pensar un poco, en el colegio, no sólo nos enseña historia, matemáticas, física, biología... sino que de manera mucho más global, nos enseñan a aprovechar el tiempo. ¿Quién no ha oído nunca en clase (por no decir en casa) la frase "¡Fulanito! ¡Deja de perder el tiempo!"? Sin embargo, el aprovechar el tiempo o no es algo bastante subjetivo. De hecho, yo lo definiría como "utilizarlo de forma que satisfaga nuestros propósitos en un momento determinado". Luego tenemos que para la misma persona, dos situaciones distintas pueden suponer una inversión o un malgasto del tiempo.
Cuando somos pequeños, apenas apreciamos el tiempo porque no nos damos cuenta de su valor; pero a medida que vamos creciendo aprendemos a utilizarlo de manera óptima.
No obstante, ni el aprovechar al máximo cada milésima de segundo nos salvará del "tic-tac" final, la muerte.
No sé si sonará extraño, pero yo no me quiero morir. No es que le tenga miedo a la muerte, sino que, como dije en la primera entrada del blog, quiero encontrar una respuesta a todas mis preguntas, entre las cuales está el si tendré tiempo después de la muerte. Y mientras mi reloj continúa con la marcha atrás, yo sigo intentando hallar una respuesta para esta incógnita, y si alguno la encuentra primero, que vuelva aquí, y me la cuente.

sábado, 4 de abril de 2009

Queenstown (Última parte)

Comienza mi segundo día en Queenstown. Cielo despejado y una temperatura bastante agradable son los principales factores que caracterizan esta mañana.
A las nueve y media sale el autobús con dirección a los teleféricos, situados en una de las cimas que rodean las ciudad, que nos permitirán admirar algunas de las vistas más impresionantes que podamos imaginar.
Una vez en la cima me dirijo tan rápido como puedo a un balcón que me de la oportunidad de tomar unas buenas fotos. Casi casi hace falta pelearse con la gente para poder colocarse junto a la barandilla, pero vale la pena.


Allí estamos prácticamente dos horas. Yo aprovecho para tomarme algo en la cafetería, porque no he desayunado nada y estoy que apenas me tengo en pie. Mientras tanto, imagino como será cenar en el restaurante colgante, con la sensación de caer en cualquier momento pero al mismo tiempo disfrutando de una escena única.


A continuación emprendemos el viaje de vuelta, que incluirá dos paradas: la primera en Arrow Town (ciudad famosa en toda Nueva Zelanda porque es el lugar donde comenzó la fiebre del oro de este país); y la segunda, para hacer puenting.
Sin duda alguna, los edificios de Arrow Town (se conservan prácticamente todos los originales) recuerdan a esos pueblos fantasma del salvaje oeste.
De nuevo, aunque sólo dispongo de treinta minutos, decido irme a caminar por un sendero que, pegado al río, se pierde en el bosque.

El sitio es fantástico. Apenas se escucho un sólo sonido que no corresponda a la naturaleza: lejos de los coches, de las grandes ciudades... Tan sólo desentona el ruido producido por los motores del avión que está cruzando el cielo. Una de las muchas casas de mis sueños estaría en este lugar. a orillas del río:


Al dejar correr libremente mi imaginación, no me he fijado en la hora, por lo que en el camino de regreso al autobús me toca echar un carrerita.

Finalmente, el "bungee jumping".
El salto se realiza desde un puente de unos 80 metros de largo que cruza sobre un río que ha sido excavado en el duro suelo, por lo que paredes verticales de piedra están situadas en sus orillas.
No todo el mundo va a saltar. De hecho "sólo" la mitad del grupo lo va a hacer. Yo lo tengo muy claro, me dejaré caer al vacío. Pero cuando llega el momento de la verdad, las cosas son bastante distintas. Me encuentro con los pies atados en una plataforma de apenas un metro cuadrado que me sostiene a unos 50 metros sobre el agua del río. Torpemente me acerco dando saltitos hacia el borde.


Estoy listo. Siento como la mano de uno de los ayudantes agarra mi arnés. En ese momento me dice (él habla un poquito de español): "Para agua, salto grande, como Superman"
Todavía me lo estoy pensando. "Dejate de pensar y salta" Me digo a mi mismo. ¡Adelante!


En apenas tres segundos las cosas cambian por completo. Siento como el mundo a mi alrededor se distorsiona mientras que la superficie del río se acerca cada vez más rápido, y de repente siento el tirón de la goma y me encuentro con la cabeza bajo el agua. A continuación estoy "rebotando" boca abajo mientras una barquita se acerca para llevarme sano y salvo a la orilla. Para ser sincero, esta experiencia no puede describirse con palabras, hay que vivirla.
Con el pelo chorreando, subo emocionado las escaleras para reunirme de nuevo con el grupo.


Tan sólo por el hecho de saltar, todo el viaje ha merecido la pena.
De vuelta a Dunedin apenas puedo dormir porque en el interior del autobús hace un calor horrible, por lo que en cuanto llego a casa, me ducho, como algo, y me voy a la cama.
Mañana será otro día.

sábado, 28 de marzo de 2009

Queenstown (segunda parte)

Finalmente el barco llega, y poco a poco empezamos a embarcar. mientras camino por la pasarela, el guía (que está junto a la entrada para despedirse) les dice a las chicas japonesas que van por delante de mí "Cuidado con el techo", éstas (que no han entendido ni papa) se dan la vuelta, sonríen, y siguen caminando, y justo cuando cruzo la puesta oigo al guía que dice en voz baja y para sí mismo "Si no lo habéis entendido es vuestro problema". ¡Jajajaja! Es un genio.

En la vuelta apenas hay diferencias. Aunque se nota que el sol está en el cenit de su trayectoria porque ahora se está estupendamente en la cubierta de proa. Hasta que llegamos al muelle me quedo mirando las aguas azules en las que se refleja la luz del sol. Si no fuera porque hay una ligera brisa, la superficie del lago sería un auténtico espejo.


De nuevo en la ciudad, tenemos dos horas y media de tiempo libre.
La primera media hora estoy, básicamente, andando por lo que es el centro de la ciudad. No tiene nada de especial. Muchísimas tiendas y bastantes apartamentos (no hay que olvidar que Queenstown es uno de los principales centros turísticos de Nueva Zelanda).
Me sorprendo porque, lo siguiente que hago es comenzar a caminar hacia las afueras (digo "me sorprendo porque siempre me he quejado de las largas caminatas que tenemos que hacer siempre que vamos de visita a algún sitio. ¿Será que me estoy convirtiendo en un Martínez...?)
bordeando un parque que está junto al lago.
Al parecer, hoy hay alguna especie de evento en el lago y se ve constantemente a gente haciendo acrobacias con el wakeboard o cayendo con el parapente en medio de las aguas.


Prácticamente me paso todo el tiempo en el parque. Es precioso. No paro de tomar fotos, al mismo tiempo todas los paisajes me parecen iguales y distintos, pienso que en la siguiente imagen realmente captaré su esencia, pero fallo en el intento una y otra vez.

A las seis y cuarto cojo el autobús para ir al camping en el que vamos a dormir.
Allí cada uno se prepara su cena en la cocina común, y es bastante divertido ver como la mayoría de los japoneses están comiendo "noodles" (una especie de espagueti-fideo. Los hay de mil sabores y colores...). Yo, que no me quiero complicar, me preparo un sandwich, una ensalada, y de postre, fruta. Después estamos hablando un buen rato con los profesores. La verdad es que paso un rato estupendo, y compartimos muchísimas experiencias personales acerca de Nueva Zelanda, mientras los profesores nos cuentan un montón de cosas interesantes, como por ejemplo, el pequeño conflicto que hay entre la cultura británica y maori, donde los nativos piden un poco más de independencia. Mientras hablamos de esto, Sonia (una profesora) dice "Algo similar ocurre en España con Cataluña ¿no?" Después de explicar el gran problema de nuestra querida nación (incluyendo la situación del País Vasco), Sonia me dice que ella concedería la independencia a ambos. Yo pienso, "¿Por qué no cogemos el mapa de España, lo pasamos por la trituradora de papel, y a cada una de las diminutas porciones obtenidas le damos un nombre y una serie de derechos independientes?" No puedo evitar reírme.
Afortunadamente enseguida cambiamos de tema. Cuando los profesores deciden irse a la cama, nos quedamos algunas personas hablando durante algunos minutos, aunque somos un reducido grupo, porque tengo que admitir que sigue siendo bastante difícil entablar conversación que el ochenta por ciento del grupo, que es empeña en hablar japonés.
Cuando voy a cruzar el camping para ir a mi habitación me encuentro con que todo está a oscuras, pero gracias a eso puedo apreciar el cielo nocturno. Ni una sola nube. Me doy cuanta que desde que llegué a Nueva Zelanda no he observado las estrellas ni un sólo día. Recuerdo las noches en Alemania mirando el firmamento durante horas, hasta que me veía obligado a parar porque me dolía el cuello... Quién sabe, quizás algún día tenga la oportunidad de observarlas más de cerca...

Continuará...